miércoles, 27 de abril de 2011

Al rescate de nuestras sombras


Todos nos sentimos mejor en la luz; donde todo lo hermoso, lo aceptable, lo inspirador, es presentado al mundo como un trofeo, donde nos sentimos seguros y confiados, incluso orgullosos de lo bien que manejamos nuestras virtudes. Es decir, de aquellas partes de nosotros mismos que conocemos bien y que se encuentran bajo nuestro control.

Pero, somos conscientes de que mientras más nos identificamos con esta zona de luz, más intensa y enigmáticas se nos presentan nuestras zonas desconocidas, nuestras sombras?

Todos tenemos zonas oscuras, aquellas partes de nosotros mismos que no nos gustan, que salen sin esperarlas, que en ocasiones nos sorprenden, nos asustan, incluso hasta queremos negar e intentamos continuamente esconder a algunas personas.

Lo curioso es que mientras más intentamos esconder nuestra impulsividad, nuestra timidez, nuestro egoísmo, nuestra vulnerabilidad, nuestra actitud defensiva o depresiva…entre otras miles, más intensas se muestran, más abrazadora se nos presentan.
Estas partes, sean brillantes o muy oscuras, son nuestras, nos perteneces, nos definen en nuestra totalidad. En la mayoría de los casos, aquellas que no son socialmente aceptadas y que por ende intentamos esconder, son un recurso adaptativo para determinadas situaciones. 

Sin embargo, cómo controlar lo que nos parece incontrolable? Cómo poner orden al caos?

 En principio aceptando que así como emanamos y proyectamos luz, también en ocasiones somos sombra. Al aceptar esta realidad, al entender que nos movemos en un continuo de polaridades, que cada una de nuestras cualidades tiene su inevitable opuesto, no nos sorprenderemos de nuestros polos menos atractivos cuando éstos aparezcan.

Cuando nos dejamos estar en alguna de estas emociones, sin intentar evadirla, evitarla o negarla (quedándonos en la vulnerabilidad, la rabia, la tristeza, la vergüenza…) entramos en contacto con la fuerza de la emoción, nos apropiamos de los sentimientos que son nuestros. Al aceptarlos, al integrarlos como propios, disminuye su intensidad.

De esta manera, vamos ampliando nuestra percepción, vamos aprendiendo qué cosas nos hacen sentir de alguna o de otra manera, comenzamos a observar sin juzgar nuestras propias reacciones ante diferentes estímulos, además de ser capaces también de empatizar con otras personas que también pasan por lo mismo.
Este aprendizaje nos conduce hacia un crecimiento personal muy rico. Al permitirnos sentir y explorar, el miedo, la ansiedad y el deseo de evadir estas emociones disminuyen porque ya no hay desconocimiento sino “experiencia”. 

Cuando aceptamos integramos y al integrar nos volvemos más firmes, más completos. Nuestras sombras dejan de serlo y se convierten poco a poco, en LUZ.


Podrías reconocer alguna de tus sombras?