Mucho se habla de la zona de confort, de que somos seres de
costumbre, dependientes de la “estabilidad” y que por lo tanto nos aterroriza
el cambio… y en efecto, es cierto. Sin embargo, nos hemos puesto a pensar cuánto
perdemos en esta vida por esta constante evitación…?
Somos conscientes de que cuando elegimos “no movernos” porque
nos da miedo el fracaso, aceptamos al mismo tiempo sentirnos fracasados? Al
quitarnos la oportunidad de descubrir quiénes somos realmente, de explorar
nuevas posibilidades de acción, de sumergirnos en la búsqueda de nuestras
potencialidades, de atravesar por situaciones que nos fortalezcan la voluntad y
la autoestima, nos limitamos a no saber qué queremos hacer realmente con
nuestra vida y a no descubrir “aquello” para lo cual hemos sido creados.
Te has puesto a
pensar cuántos recursos dejas de lado, tantas zonas sin explorar de ti mismo,
tantas oportunidades de crecimiento, de superación personal, de conocimiento,
por el simple hecho de tener miedo a lo desconocido o por tener miedo al
riesgo?
Si tenemos sueños, también tenemos miedos porque el
cumplimiento de nuestros sueños puede traer consigo retos, pérdidas, aventuras,
riesgos…y un futuro incierto. Sin embargo, si no actuamos, si preferimos quedarnos
donde estamos, en nuestro estado mental de costumbre, donde nada enriquece pero
se vive en una “aparente estabilidad” podemos llegar a sentirnos realmente
fracasados, envejecidos prematuramente y esto efectivamente trae consigo;
retos, perdidas, riesgos y desde luego un futuro incierto…
¿Qué prefieres? ¿Qué
decides?
Tus elecciones determinan tu vida y todos los días tomas
millones de ellas. Seamos conscientes de que si basamos nuestras decisiones sobre
la base de nuestros miedos e inseguridades tendremos un camino restringido, y
serán estos miedos e inseguridades quienes determinen nuestra vida diaria y
obviamente quienes se proyecten en nuestro futuro.
Si eso es lo que decidimos, debemos hacernos responsables de
esa elección, aceptando sus consecuencias y no pasar nuestra existencia
quejándonos de todo lo que no nos gusta, porque si escogemos esa opción dejamos
de lado el resto de oportunidades para mejorar nuestra calidad de vida y la de
los que nos rodean, asumiendo entonces esa otra forma de “fracaso”.
¿Y qué es el fracaso? ¿Qué es para ti una persona fracasada?
Más allá de declarar una verdad absoluta, estos conceptos están teñidos de una
gran carga subjetiva que infiere nuestras experiencias; tanto personales como
las que hemos aprendido a través de la observación vicaria y que nos han
impactado a nivel emocional. La definición que le demos a estos conceptos tendrá
mucho que ver con las creencias que tenemos sobre la vida, en gran parte heredadas
y que hemos ido confirmando a lo largo de nuestro crecimiento como personas
adultas.
Lo realmente importante es saber si estas creencias son en
sí limitantes para nosotros, si la respuesta
es positiva, encontremos la motivación para cambiar estos patrones restrictivos
que nos hacen daño por otros que nos estimulen y nos ayuden a prosperar.
La responsabilidad de nuestra vida es solo nuestra, nadie la
vivirá por nosotros, nadie alcanzará nuestros sueños ni nos salvará de nuestras
frustraciones, al final terminaremos dándonos cuenta de que somos nuestra mejor
compañía, nuestro mejor impulso o nuestra mayor limitación, todo depende de
nuestra elección.
¡La evitación del fracaso, nos conduce, más tarde o más
temprano, a la aceptación ineludible de sentirnos fracasados! Al fin y al cabo,
lamentablemente terminamos atrayendo a nuestra vida aquello que más tememos, al
menos de que nos demos cuenta y queramos hacer algo distinto. Todo es cuestión
de QUERER y dar el primer paso.