Todo va bien hasta que…dejamos de ser “los mismos de antes”…dejamos
de actuar igual, sentimos que perdemos el brillo, la “chispa”, “EL CONTROL”… “algo”
o “alguien” nos han arrebatado nuestro ser. Es muy probable que ante este
estado nos invada la angustia, la confusión, el desconocimiento y nos dejemos
abatir por el MIEDO y por el miedo al miedo, que es aún peor…
El miedo es una de las emociones más temidas por todos,
desde niños sabemos lo que es la extrema vulnerabilidad que nos impulsa a
querer estar bajo el abrigo de nuestros padres o cualquier otra figura de apoyo
en búsqueda de refugio. Y aunque la vida continúe y nos hagamos mayores, esta
emoción primaria continúa presente ante cualquier situación que se nos presente
de forma inesperada, violenta o que reconozcamos como peligrosa; pudiendo ser real
o producto de nuestra imaginación.
Sirve de ayuda entender que no existe tal denominación de: “emociones
negativas” o “emociones positivas”, como solemos llamarles en la actualidad. En
realidad todas son respuestas conductuales que nos permiten adaptarnos y muchas
veces SOBREVIVIR a nuestro entorno, sea éste físico o mental.
La máxima expresión del miedo es el TERROR y cuando nos
vemos ahogados por esta emoción, la respuesta natural es la PARÁLISIS, el
bloqueo. Esto es el producto de reconocerme tan carente de recursos para
enfrentar “esta o aquella” situación que mejor es quedarme sin mover un dedo,
porque actuar significaría perder (la vida, la integridad, el status, la pareja…etc)
A veces ocurre que
vivimos unos cuantos años creyendo que nos conocemos, que sabemos cómo actuamos
y de repente comenzamos a reaccionar de forma totalmente opuesta. Si éramos activos;
nos invade la apatía, si nos pensábamos fuertes; ahora todo nos derrumba (o
algunas situaciones en concreto), si creíamos que manejábamos cualquier circunstancia
y todo lo teníamos bajo control; ahora nos quedamos bloqueados sin saber por
dónde comenzar, o también puede ocurrirnos que de sentirnos totalmente seguros;
ahora nos vemos dudando de todo, pensando mal de los demás y con una gran
sensación de minusvalía…
Las situaciones más oscuras de nuestra vida nos ofrecen las mayores
posibilidades de crecimiento y conocimiento personal. Todas estas reacciones
que vivimos como desconocidas y que nos tambalean, no son sino manifestaciones
de nosotros mismos explorando otros polos de nuestra personalidad (hasta el
momento negados) pero que según la situación que estemos viviendo, saltan a la
luz.
La primera reacción a tener en cuenta es ACEPTAR que estoy viviendo
una situación ambigua, desconocida y asimilar todas las emociones que surjan,
dejarlas cumplir su ciclo. No olvidemos que el principal objetivo de las
emociones siempre es adaptativo, generalmente buscan protegernos. El segundo
paso es RESPETAR que estoy pasando por un proceso diferente. Mirarme con respeto
significa mirarme con amor y esto implica admitir que no soy perfecto y que
necesito aceptarme y amarme con mis luces y mis sombras.
El tercer paso sería DARME CUENTA de cuál ha sido la
creencia limitadora que me ha llevado a sentirme así. Siempre que exploramos alguna
polaridad oculta y desagradable hay de fondo alguna opinión acerca de mi mismo
que me limita (“no soy capaz, no soy merecedora de amor, no soy lo realmente
buena, no merezco la felicidad”…) y una vez identificada, el último paso sería
TRANSFORMARLA en una opinión constructiva, alguna nueva creencia que me impulse
a cambiar mi visión de mi mismo hacia una mirada más integral.
El miedo al miedo es
solo una resistencia a darnos cuenta de nuestros vacíos. Cuando llenamos estos
vacíos con aceptación, dejamos de sentir miedo para sentir respeto y amor y al
reconocerme con mis fortalezas y mis debilidades, me hago un ser más completo y
seguro!