jueves, 12 de diciembre de 2013

Miedo al miedo…TERROR!

Todo va bien hasta que…dejamos de ser “los mismos de antes”…dejamos de actuar igual, sentimos que perdemos el brillo, la “chispa”, “EL CONTROL”… “algo” o “alguien” nos han arrebatado nuestro ser. Es muy probable que ante este estado nos invada la angustia, la confusión, el desconocimiento y nos dejemos abatir por el MIEDO y por el miedo al miedo, que es aún peor…

El miedo es una de las emociones más temidas por todos, desde niños sabemos lo que es la extrema vulnerabilidad que nos impulsa a querer estar bajo el abrigo de nuestros padres o cualquier otra figura de apoyo en búsqueda de refugio. Y aunque la vida continúe y nos hagamos mayores, esta emoción primaria continúa presente ante cualquier situación que se nos presente de forma inesperada, violenta o que reconozcamos como peligrosa; pudiendo ser real o producto de nuestra imaginación.

Sirve de ayuda entender que no existe tal denominación de: “emociones negativas” o “emociones positivas”, como solemos llamarles en la actualidad. En realidad todas son respuestas conductuales que nos permiten adaptarnos y muchas veces SOBREVIVIR a nuestro entorno, sea éste físico o mental.  

La máxima expresión del miedo es el TERROR y cuando nos vemos ahogados por esta emoción, la respuesta natural es la PARÁLISIS, el bloqueo. Esto es el producto de reconocerme tan carente de recursos para enfrentar “esta o aquella” situación que mejor es quedarme sin mover un dedo, porque actuar significaría perder (la vida, la integridad, el status, la pareja…etc)

 A veces ocurre que vivimos unos cuantos años creyendo que nos conocemos, que sabemos cómo actuamos y de repente comenzamos a reaccionar de forma totalmente opuesta. Si éramos activos; nos invade la apatía, si nos pensábamos fuertes; ahora todo nos derrumba (o algunas situaciones en concreto), si creíamos que manejábamos cualquier circunstancia y todo lo teníamos bajo control; ahora nos quedamos bloqueados sin saber por dónde comenzar, o también puede ocurrirnos que de sentirnos totalmente seguros; ahora nos vemos dudando de todo, pensando mal de los demás y con una gran sensación de minusvalía…

Las situaciones más oscuras de nuestra vida nos ofrecen las mayores posibilidades de crecimiento y conocimiento personal. Todas estas reacciones que vivimos como desconocidas y que nos tambalean, no son sino manifestaciones de nosotros mismos explorando otros polos de nuestra personalidad (hasta el momento negados) pero que según la situación que estemos viviendo, saltan a la luz.

La primera reacción a tener en cuenta es ACEPTAR que estoy viviendo una situación ambigua, desconocida y asimilar todas las emociones que surjan, dejarlas cumplir su ciclo. No olvidemos que el principal objetivo de las emociones siempre es adaptativo, generalmente buscan protegernos. El segundo paso es RESPETAR que estoy pasando por un proceso diferente. Mirarme con respeto significa mirarme con amor y esto implica admitir que no soy perfecto y que necesito aceptarme y amarme con mis luces y mis sombras.

El tercer paso sería DARME CUENTA de cuál ha sido la creencia limitadora que me ha llevado a sentirme así. Siempre que exploramos alguna polaridad oculta y desagradable hay de fondo alguna opinión acerca de mi mismo que me limita (“no soy capaz, no soy merecedora de amor, no soy lo realmente buena, no merezco la felicidad”…) y una vez identificada, el último paso sería TRANSFORMARLA en una opinión constructiva, alguna nueva creencia que me impulse a cambiar mi visión de mi mismo hacia una mirada más integral.


 El miedo al miedo es solo una resistencia a darnos cuenta de nuestros vacíos. Cuando llenamos estos vacíos con aceptación, dejamos de sentir miedo para sentir respeto y amor y al reconocerme con mis fortalezas y mis debilidades, me hago un ser más completo y seguro!

domingo, 14 de julio de 2013

La quimera de la estabilidad...



La estabilidad, esa en la que invertimos tantos minutos de nuestro tiempo anhelando y suspirando… no es más que una construcción social, una invención tentadora con la que nos dejamos seducir cada vez que damos rienda suelta a la imaginación. 

Esta actividad mental se convierte en una rutina peligrosa, al fin y al cabo,  se trata de una “invención” y no existe sino en nuestro imaginario (individual y colectivo) ¿Somos conscientes entonces del riesgo al cual sometemos nuestra integridad emocional una vez que hacemos depender nuestra felicidad de un estado aparentemente inalcanzable?

Es posible que el concepto de estabilidad que manejamos en la cotidianidad provenga de comparar nuestro estado presente con un recuerdo o memoria anterior, probablemente de nuestros antepasados quienes vivían de forma muy distinta a la nuestra, con una percepción del tiempo que no llegaremos a conocer en la actualidad. 

Si la estabilidad refiere a un estado “estacionario, invariable en el tiempo” ¿Qué sentido tiene entonces este término en nuestros días, en un mundo en el que lo más “estable” son los cambios…?
Estamos siendo continuamente entrenados en una incómoda dualidad; por un lado tenemos este ideal de la estabilidad (de pareja, económico, social) transmitido generacionalmente y reforzado continuamente a través de los medios de comunicación y por otro, un aprendizaje crudo y real que vivimos diariamente a través de los pequeños y/o grandes golpes que nos da vida. 

Este aprendizaje no es otro que el de la tolerancia a la frustración en el que descubrimos una y otra vez, que esa fantasía no es factible tal y como no las planteamos y que por lo tanto, la constante proyección a una idea que no se adapta a nuestra realidad, nos causa mucho sufrimiento, además del agotamiento extremo por nunca llegar a la meta deseada.

Gracias a esta disonancia podríamos llegar a pensar erróneamente que no somos dignos de disfrutar de ese sueño, dando por sentado que solo “algunos más capaces” (a quienes tenemos idealizados) tienen ese privilegio.

¡Qué difícil se nos hace entender que el único momento que tiene sentido y realidad en nuestras vidas es el AHORA!… es el único sorbo de estabilidad al cual podemos aspirar cada día. 

La estabilidad termina siendo la consecuencia de la tranquilidad que nos generen nuestros pensamientos diarios, la confianza que tengamos en las decisiones que tomemos. Por lo tanto, si constantemente te proyectas a un futuro irreal, siempre tendrás la sensación de inestabilidad y desconfort, en cambio, si vives tu presente disfrutando y dejándote sorprender por los detalles de cada día, adquiriendo la seguridad necesaria al enfrentarte a cada situación difícil sin huir de ella, la sensación de estabilidad cobrará sentido para ti.

Creo que, como proyecto de salud personal, debemos recrearnos este concepto, adaptándolo a lo que realmente tiene sentido para nosotros (no al contrario) La vida hay que vivirla con la marca original de nuestros propios criterios, no siguiendo o pretendiendo seguir los de otros, incluso los de otras épocas.

lunes, 25 de marzo de 2013

Escucha tus síntomas…


Escucha tus síntomas…



No es posible despertar a la consciencia sin dolor. La gente es capaz de hacer cualquier cosa, por absurda que parezca, para evitar enfrentarse a su propia alma. Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad” Carl Jung.




Después de un largo tiempo ausente…retomo feliz el contacto con un tema de gran profundidad e interés para todos; La relación mente-cuerpo, más un elemento adicional que es el impulsor y sostenedor de los otros dos: El espiritual.

Esta entidad, la mayor parte del tiempo silenciada por nuestro ruido interno, funciona como un observador que nos advierte y sostiene. Alejado del ego, se encuentra más bien cerca de nuestra divinidad interior (Yo interior).




Creo firmemente en el potencial humano, en nuestras grandes capacidades para vivir felizmente y encontrar nuestro mejoramiento continuo, también veo en contraposición que desperdiciamos continuamente la mayoría de nuestros recursos, que desconocemos nuestras múltiples virtudes y que la mayor parte del tiempo, tristemente decidimos vivir así.

La verdad es que no se nos suele educar para ser completos y felices y una vez que tenemos edad para darnos cuenta de ello, muchas veces elegimos no ser responsables. Preferimos “culpar” y asumir una postura “cómoda” en la que nos salvaguardamos en lo creemos que es lo más “seguro” porque es lo que “conocemos”. Sin embargo, de este modo, nos estancamos en un sufrimiento absurdo que nos mantiene en la oscuridad interior.

No hay que temerle a la palabra responsabilidad, simplemente significa que tenemos la capacidad para responder ante la vida y la vida por la que transito hoy es solo mía, yo soy el único que puede responder ante cada una de las cosas que me acontecen. Yo soy el único que puede permitir que algo me afecte o que sea un impulso para mi aprendizaje y crecimiento personal. Esta decisión es solo mía porque aunque creamos lo contrario, el poder está siempre dentro de mí.

Todos hemos sido creados perfectos y armónicos, es a partir del contacto con el medio cuando comenzamos a dividirnos, a des-conocernos y des-conectarnos con nuestro ser interior. En busca del amor y la aprobación del otro intentando satisfacer a los demás, vivimos para otros, dependientes del amor externo y esto es imposible y poco sostenible a nivel emocional. En ello perdemos en parte nuestra identidad, nos invade un profundo desconocimiento de lo que somos realmente, de nuestras propias necesidades y gracias a esta desconexión mente-cuerpo no tardarán en manifestarse algunas enfermedades o reacciones corporales.

Cuando dejamos de SER, dejamos de vivir en sintonía con nuestra sabiduría interior, que también incluye esta parte espiritual que menciono al inicio; siempre sabia, siempre conocedora de nuestro bien. Esta desconexión puede hacernos llevar una vida que no es la que nos conviene y por lo tanto, tarde o temprano, nos traerá más sufrimiento y dolor.

Cuando no estamos en sintonía, nuestra mente comienza a generarnos pensamientos dañinos y catastrofistas. Nuestro cuerpo en supervivencia, nos enviará señales, pero estaremos tan sumergidos en nuestras habituales reacciones defensivas, que no le escucharemos. Ante el desconocimiento de lo que nos ocurre, muy probablemente nos invadirá el miedo… Nos sentiremos extraños dentro de nuestra propia piel y no tardará en aparecer la angustia.

Si no le prestamos atención, el cuerpo gritará pidiendo atención; “mírame, atiéndeme, no me exijas tanto, dame lo que necesito, detén tu mente por unos momentos…relájate, confía, suelta….” Lo cierto es que si nos miramos desde afuera, podríamos ver a un ser admirable totalmente desintegrado, que camina hacia su propia destrucción si no detiene esta involución.

¿Por qué esperar a ciertos extremos para reaccionar y/o tomar consciencia asumiendo las únicas responsabilidades que realmente nos corresponden?

Cada uno tiene un despertar único. Hacer consciente la oscuridad interior implica un proceso muchas veces doloroso pero siempre gratificante al final. Implica valentía; para enfrentarte a todo aquello que en algún momento, consciente o inconscientemente, has negado. Humildad; para aceptar aquello que no quieres ver de ti mismo. Confianza en ti mismo y en el proceso de la vida que siempre te sostendrá y finalmente apertura de consciencia que implicaría romper con viejos esquemas, atravesando el conocimiento que tienes acerca de ti mismo para dar paso a tu verdadero SER.



La decisión es solo tuya...




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