La estabilidad, esa en la que invertimos
tantos minutos de nuestro tiempo anhelando y suspirando… no es más que una
construcción social, una invención tentadora con la que nos dejamos seducir
cada vez que damos rienda suelta a la imaginación.
Esta actividad mental
se convierte en una rutina peligrosa, al fin y al cabo, se trata de una “invención” y no existe sino
en nuestro imaginario (individual y colectivo) ¿Somos conscientes entonces del
riesgo al cual sometemos nuestra integridad emocional una vez que hacemos
depender nuestra felicidad de un estado aparentemente inalcanzable?
Es posible que el
concepto de estabilidad que manejamos en la cotidianidad provenga de comparar
nuestro estado presente con un recuerdo o memoria anterior, probablemente de nuestros
antepasados quienes vivían de forma muy distinta a la nuestra, con una
percepción del tiempo que no llegaremos a conocer en la actualidad.
Si la estabilidad
refiere a un estado “estacionario, invariable en el tiempo” ¿Qué sentido tiene entonces
este término en nuestros días, en un mundo en el que lo más “estable” son los
cambios…?
Estamos siendo continuamente
entrenados en una incómoda dualidad; por un lado tenemos este ideal de la
estabilidad (de pareja, económico, social) transmitido generacionalmente y
reforzado continuamente a través de los medios de comunicación y por otro, un
aprendizaje crudo y real que vivimos diariamente a través de los pequeños y/o
grandes golpes que nos da vida.
Este aprendizaje no
es otro que el de la tolerancia a la
frustración en el que descubrimos una y otra vez, que esa fantasía no es
factible tal y como no las planteamos y que por lo tanto, la constante proyección
a una idea que no se adapta a nuestra realidad, nos causa mucho sufrimiento,
además del agotamiento extremo por nunca llegar a la meta deseada.
Gracias a esta disonancia
podríamos llegar a pensar erróneamente que no somos dignos de disfrutar de ese
sueño, dando por sentado que solo “algunos más capaces” (a quienes tenemos
idealizados) tienen ese privilegio.
¡Qué difícil se nos
hace entender que el único momento que tiene sentido y realidad en nuestras
vidas es el AHORA!… es el único
sorbo de estabilidad al cual podemos aspirar cada día.
La
estabilidad termina siendo la consecuencia
de la tranquilidad que nos generen nuestros pensamientos diarios, la confianza que tengamos en las decisiones
que tomemos. Por lo tanto, si constantemente te proyectas a un futuro
irreal, siempre tendrás la sensación de inestabilidad y desconfort, en cambio,
si vives tu presente disfrutando y dejándote sorprender por los detalles de
cada día, adquiriendo la seguridad necesaria al enfrentarte a cada situación difícil
sin huir de ella, la sensación de estabilidad cobrará sentido para ti.
Creo que, como
proyecto de salud personal, debemos recrearnos este concepto, adaptándolo a lo
que realmente tiene sentido para nosotros (no al contrario) La vida hay que
vivirla con la marca original de nuestros propios criterios, no siguiendo o
pretendiendo seguir los de otros, incluso los de otras épocas.
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