jueves, 10 de abril de 2014

El agridulce sabor del destierro…

Quizás seas alguna de esas personas que, por circunstancias de la vida, has tenido que abandonar tu lugar de origen, ese lugar que te recibió desde tus comienzos, que no te exigió una serie de requisitos para darte la bienvenida, que no te puso a prueba para ver si encajabas, sino que desde el primer momento, con los brazos abiertos, te dio las gracias porque sabía que formarías parte de él.

Si es así, reconocerás que el “allá y entonces”, donde todo era conocido, compartido, criticado pero al mismo tiempo amado, de la noche a la mañana se convierte en el único referente social para enfrentar una crisis “temporal” (en el mejor de los casos) de nuestra identidad. El sentido de identidad sufre una transformación que implica desprenderse de lo “indesprendible” (aquello que le da sentido a la vida) y reaprender nuevas costumbres, nuevas estructuras, nuevos valores (…)

Lo que queda detrás se transforma, a modo de mecanismo defensivo, en fantasía. Se aminora lo negativo y se exalta lo agradable y reconfortante, aumentando así el anclaje afectivo a través de lo que va quedando de un recuerdo melancólico. Al mismo tiempo, el presente se vive (al comienzo) como una negación transitoria, desde una percepción de inadecuación, en ocasiones muy traumática, proyectándose continuamente a un futuro más que nunca incierto y amenazador.

Si a esto le acompaña el hecho de que la migración surge como producto de una imposición o necesidad de supervivencia, la crisis de identidad se complejiza debido a que ese único referente social conocido, también es cuestionado, provocando un dolor muy intenso, además de confusión e incluso sentimientos de minusvalía durante el proceso de adaptación.

Y así, como cuando se extrae una planta de raíz y se siembra en otra maceta, te ves en la necesidad de adaptarte a otro sustrato, conocer sus alimañas, comenzar lentamente a echar de nuevo raíces, hacer que las antiguas se adapten a las nuevas condiciones ambientales y poco a poco, volver a florecer en ese otro lugar; distinto, ajeno…

No deja de ser un duelo que pide a gritos una nueva estructura, pero este proceso de reconstrucción no parte de la nada, debe iniciarse desde una continuidad “voluntaria” y debe ser entendido y vivido como un enriquecimiento de la propia identidad. Es decir, reconstruirnos desde una perspectiva de ganancia y no desde la percepción de pérdida.

Esto implicaría comenzar a edificar tu presente abierto a nuevas y enriquecedoras vivencias que te harán descubrir nuevas facetas personales, nuevos recursos, nuevos puntos de vistas, distintos ritmos de vida que se irán convirtiendo progresivamente en tu aquí y ahora.

El desarraigo incluye muchos pormenores, causas y consecuencias diversas; es vivido cuando la persona es despojada de su círculo afectivo y esto puede darse en procesos parciales o totales y como producto de situaciones muy complejas. Desde el punto de vista de este artículo, nos impacta de muchas maneras, nos marca la vida dejando una huella indeleble porque nos hace conscientes de una gran carencia que nos impulsa a una búsqueda insaciable del estado “ideal”; con lo cual podemos incurrir, desde la insatisfacción del presente, en una eterna búsqueda del origen.

Sin embargo, cuando por fin nos damos cuenta de que somos el principio y el final de nuestra historia, que nada ni nadie podrá arrebatarnos eso que desde el inicio SOMOS, también entendemos que esta visión no es ni será nunca limitada, sino que se enriquece cuando aceptamos lo que ocurre y nos damos la oportunidad de fluir con el proceso.

 En la medida en que amemos con respeto y sin rechazo nuestra historia, será más gratificante encontrarle un sentido a nuestro presente, resultará más fácil la adaptación a una nueva tierra que nos aportará nuevas experiencias, dándole una continuidad a nuestra biografía y a la cual podremos también aportar y recrear con nuestras riquezas.


Y así como ocurre con las plantas, algunos se toman más tiempo que otros para florecer e incluso, otros no sobreviven al proceso…Afortunadamente nosotros sí que podemos “darnos cuenta” de esta agonía y podemos decidir comenzar a darle otra perspectiva a nuestra realidad. No siempre se escoge el suelo, pero siempre podemos elegir cómo vivir cualquier proceso de cambio de modo que se convierta en un florecido proceso de crecimiento personal.

www.saludyvidaaquiyahora.com