Si eres
de los que persigue el ideal de la perfección podrás admitir (aunque sea internamente) que, aunque lo has intentado
hasta el cansancio, aún no lo has conseguido, cierto? Porque..."siempre las
cosas podrían salir mejor" o "siempre hay una mejor manera de hacer
las cosas"...
Bajo
esta óptica, puede ser muy frustrante esforzarse tanto y al final no sentirse
realmente satisfecho con el resultado. Siempre se dejan detalles por fuera, continuamente
se comete algún error que por pequeño que sea, al evaluar nuestro desempeño, se
convierte en motivo suficiente para amargarnos la existencia, impidiéndonos disfrutar
del logro de la tarea o de la meta alcanzada.
Aunque
se diga que "la perfección no existe"... estas palabras no cobran
sentido para el perfeccionista, conseguir ser ASÍ representa un mandato
interior, es cuestión de principios. Se acepta como verdad la idea de que sí es
posible llegar a la cúspide de lo impoluto...sin importar el coste.
Y
cuáles serían los costes? Al sumergirnos en esta búsqueda de lo inalcanzable, no
somos conscientes de todo lo que dejamos de lado. Transitamos por la vida sin
disfrutar del camino, cargando con una gran exigencia que, como un dictador,
nos demanda que "nada de lo que hagamos es ni será suficiente". La preocupación
constante por el error nos sumerge en un mundo interior muy crítico, lleno de
resentimiento y culpa por no alcanzar los elevados parámetros internos.
Esta
autocrítica constante nos conduce a un esfuerzo heroico por mantener los
detalles y las circunstancias bajo control, reduciendo nuestra percepción y
radicalizando nuestro pensamiento, sin hablar de lo crítico que nos volvemos hacia
los demás...un reflejo de lo poco tolerante que somos con nosotros mismos.
Si solo
pudiéramos darnos cuenta de los estériles que son nuestros esfuerzos por perseguir
ideales tan poco realistas ... Si llegamos a entender que no vale la pena
invertir tanta energía si no disfrutamos del proceso, del camino, de los
fracasos, de los errores y caídas, seríamos al menos (y desde luego) más
felices...Cómo podemos llegar a valorar lo que es PERFECTO cuando no reconocemos
en nosotros la IMPERFECCIÓN?
El
mejor ejemplo de imperfección lo encontramos frente al espejo! Tan positivo es reconocer
con orgullo nuestras mayores virtudes, como inspeccionar y reflexionar con
humildad sobre nuestras faltas. El atrevernos a mirarlas con respeto,
aceptándolas y decidiéndonos a cambiarlas, sobre todo para continuar mejorando,
hace que persigamos la EXCELENCIA!
La
excelencia sí que es posible porque parte del reconocimiento de lo que hay,
pasando por la mejora continua hacia la calidad superior!!! No es solo un fin
en sí mismo sino un proceso, a través del cual nos hacemos dignos de alta admiración
y aprecio. Hacer valer nuestras capacidades extraordinarias para mejorar
incluso nuestros puntos más débiles, nos hace personas difíciles de igualar.
Por
tanto, sea cual sea tú ámbito de acción, deja de invertir energías en vano y atrévete a ser un ejemplo para
otros. Disfruta de tus talentos, destaca en todo lo que hagas, no le temas a
los errores, por el contrario míralos bien, puede que la próxima vez ese
aprendizaje te lleve al éxito. Nunca descanses hasta conseguir tus objetivos,
ábrete a tu propia realización y pese a cualquier circunstancia, toma la
responsabilidad de todo lo que te ocurra, todo esto te permitirá ir creciendo y
descubriendo nuevos recursos que te darán cuenta de tus enormes potencialidades.
Por
esto, no pierdas el tiempo buscando ser perfecto, inviértelo PERSIGUIENDO LA
EXCELENCIA!!!
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